Tú lo llamas suerte. Yo, constancia. La suerte no existe.

Al menos no para mí, ni en mi cabeza, ni en mundo. Ni en mi forma de vivir.

La etimología de la palabra suerte, nos dice que proviene de la época de los romanos. Cuando utilizaban unas cuentas a modo de collares muy primitivos en forma de tablillas de madera o bolitas de piedra pulida, denominadas “sors”. Las lanzaban al aire, interpretando cómo caían y dónde se colocaban con la intención de adivinar el destino. La palabra sors pasó a sortes y de ahí la suerte. Desde tiempos muy primitivos se recurría a este tipo de prácticas, empleando la intuición y leyes divinas que, por ese entonces, eran el dogma por excelencia.

Desde siempre, el ser humano ha estado en constante búsqueda de respuestas. Y el término suerte, no es más que la necesidad de establecer un orden. Necesitamos entender por qué del caos de nuestras vistas, por qué lo que antes era fácil ahora no lo es tanto. Y recurrimos a lamentarnos y maldecir a la mala suerte, cuando no somos conscientes de que esa palabra, es tan solo un término que ocupa un pequeño espacio en el diccionario de la RAE. Pero si lo haces tuyo y crees en ella, puede ser muy peligroso.

No existe la suerte. No existe un número mágico que hará que tu vida sea maravillosa. Tampoco creas que, por ser Aries, hoy tendrás suerte en el amor y andarás un poco flojo de salud. No por poner velas amarillas atraerás a la suerte, ni por rezar veinte padres nuestros antes de dormir, mañana te tocará la lotería. Tampoco te gastes dinero en comprar una figurita en forma de búho y no te unas a la inútil búsqueda del trébol de cuatro hojas porque pienses que, con ello, tendrás suerte. Tonterías y más tonterías, a las que mucha gente vive aferrada esperando a que el Mago Merlín toque el timbre de sus casas, o en estos tiempos, te envíe un WhatsApp y te anuncie ganador de un fantástico premio valorado en “toda la suerte del mundo”. ¡DESPIERTA, ¡BUSCA TU AL MAGO Y HAZ, PORQUE SIN TU ACCIÓN NO SERVIRÁ NADA DE LO QUE HAGA EL MAGO!

Te invito a que transformes todos esos ideales en argumentos razonables y que están al alcance de tu mano. Ya no tendrás que pedirle a la Virgen del Carmen que te consiga eso que tanto quieres porque a partir de hoy, podrás conseguirlo tú mismo. Y conseguirlo de verdad.

Existe la constancia. Eres torpe, inexperto e imperfecto. Acéptalo. No es tan sencillo, lo sé, pero cuando lo aceptes, todo te resultará más divertido. Eres torpe porque a lo largo de tu vida te caerás una y mil veces. Tropezarás con la misma piedra hasta que ella, por aburrimiento se volatilice. Te engañarán cientos de veces y darás oportunidades inmerecidas a esas personas que, por tu afán, son como solo tú crees que son. A pesar de tener una verruga en la cara con tres pelos. Eres inexperto. Nunca llevarás el tiempo suficiente como para decir que estás preparado. Siempre aprendes algo nuevo, descubres formas de hacerlo mejor. Aprendes capitales que no sabías que existían y en tu trabajo, cada día aprendes a ser más eficaz. Tus pasos te dan experiencia, te enseñan tus errores y se convierten en los mejores maestros de tu vida. Y eres imperfecto. Tremendamente imperfecto. Y eso amigo mío, te hace irresistiblemente especial.

Una vez hayas entendido la importancia de lo que te digo, caerás en la cuenta de que lo único que te hace avanzar en tu camino es la constancia. La constancia de querer hacerlo, de levantarte cada mañana antes de que el sol abra los ojos y empieces tu día con fuerza y determinación. La constancia de que cada día perfecciones tus dones, tus maneras y modales, tu forma de conseguir eso por lo que hoy luchas. Solo si eres constante alcanzarás el éxito. Aunque tú aún lo sigas llamando suerte. La suerte no existe, solo existe tu constancia. La constancia de tu voluntad, de las ganas que le pongas a la vida y la determinación con la que afrontes cualquier situación que se te presente. A veces tendrás que ser más constante, otras veces menos pero siempre has de serlo.

La suerte no existe, la mala tampoco. Olvida ya esas memeces de “Voy a tener suerte” “Qué mala suerte tengo en el amor” “Maldita mi suerte” “Quiero tu suerte” “Que tengas suerte Antonio “. A partir de ahora sustituye la suerte por la constancia y descubre por ti mismo, los efectos tan increíbles que puedes experimentar:

“Voy a tener constancia “

“Qué constancia tengo en el amor”

“Maldita mi constancia “(Todo lo consigo)

“Quiero tu constancia “

“Ten constancia Antonio”

¿A qué la cosa cambia mucho? Imagínate cómo podrían cambiar los resultados a partir de ahora. La constancia trae consigo al éxito. Hablo de un éxito que te hace feliz. Hablo del éxito que te hace decir “lo conseguí”. Y cuando lo consigas, hazlo de nuevo. Pero esta vez hazlo mejor y sé más constante.

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